- CLACSO Coediciones.
Estrategias territoriales, recampesinización y etnicidad en los Andes de Argentina
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Este libro trata de la insólita persistencia de ethos campesino en circunstancias hostiles y cambiantes. En particular se ocupa del perseverante trajín de dos comunidades agrarias argentinas del noroeste de la provincia de Salta, que a fines de la década de 1990 recuperaron tierras ancestrales por las que antes pagaban renta.
Como el tiburón, que si no nada se asfixia, el campesino no puede dejar de luchas por su vida. Y esto lo saben bien los de San Isidro y de Colanzuli, a quienes la mecanización de la zafra por los finqueros dejó a la intemperie, pero revirtieron el golpe y hoy son dueños de la tierra por la que antes pagaban rentas que los obligaban a proletarizarse. Ahora el reto es itensificar la producción, abrir nuevas áreas al cultivo, recuperar siembras tradicionales e introducir nuevas, impulsar proyectos asociativos.
Lo que llamamos campesino -palabra polisémica- puede ser muchas cosas: siempre un ethos acosado y casi siempre una economía tributaria, pero a veces también un gremio en resistencia y en sus buenos momentos una clase visionaria y altermundista. Pero ante todo los campesinos son un modo de vida comunitario y fraterno que no ha interiorizado por completo las grandes fracturas de la modernidad: mercantilización de la naturaleza, que nos escinde de nuestro cuerpo inorgánico; separación de la sociedad política y la sociedad civil, que nos subordina al Estado; autonomización de la economía, que nos somete al mercado. No es que en la comunidad no pueda haber apropiación excluyente de bienes compartibles, autoridades prepotentes o intercambios inicuos. Los hay y resultan desgarradores. La diferencia radica en qeu son perversiones, pues ahí no se ha consumado del todo la magna inversión copernicana. La diferencia está en que el fundamento del ethos campesino sigue siendo la colectividad y no el individuo, la solidaridad y no la competencia.
Y de esto, entre otras muchas cosas, se ocupa el enjuicioso y disfrutable libro que ha escrito Hocsman.
Armando Bartra
Como el tiburón, que si no nada se asfixia, el campesino no puede dejar de luchas por su vida. Y esto lo saben bien los de San Isidro y de Colanzuli, a quienes la mecanización de la zafra por los finqueros dejó a la intemperie, pero revirtieron el golpe y hoy son dueños de la tierra por la que antes pagaban rentas que los obligaban a proletarizarse. Ahora el reto es itensificar la producción, abrir nuevas áreas al cultivo, recuperar siembras tradicionales e introducir nuevas, impulsar proyectos asociativos.
Lo que llamamos campesino -palabra polisémica- puede ser muchas cosas: siempre un ethos acosado y casi siempre una economía tributaria, pero a veces también un gremio en resistencia y en sus buenos momentos una clase visionaria y altermundista. Pero ante todo los campesinos son un modo de vida comunitario y fraterno que no ha interiorizado por completo las grandes fracturas de la modernidad: mercantilización de la naturaleza, que nos escinde de nuestro cuerpo inorgánico; separación de la sociedad política y la sociedad civil, que nos subordina al Estado; autonomización de la economía, que nos somete al mercado. No es que en la comunidad no pueda haber apropiación excluyente de bienes compartibles, autoridades prepotentes o intercambios inicuos. Los hay y resultan desgarradores. La diferencia radica en qeu son perversiones, pues ahí no se ha consumado del todo la magna inversión copernicana. La diferencia está en que el fundamento del ethos campesino sigue siendo la colectividad y no el individuo, la solidaridad y no la competencia.
Y de esto, entre otras muchas cosas, se ocupa el enjuicioso y disfrutable libro que ha escrito Hocsman.
Armando Bartra
Detalle
- ISBN:978-607-477-617-1
- Editorial/es:CLACSO. Universidad Autónoma Metropolitana.
- Ciudad de edición:D.F..
- Fecha de publicación:Febrero de 2012