Luis I. Rodríguez, nacido en Silao, Guanajuato, en 1903, tuvo a su cargo en momentos muy difíciles la Legación mexicana en Francia, al finalizar la guerra civil española en 1939. Como jefe de Misión atendió con un singular esmero tanto a los refugiados más desvalidos como a los políticos españoles más destacados. Dedicó incontables horas a dar seguimiento a los trámites migratorios y apoyo moral y material a cuentas se lo pedían, y documentó en el texto que hoy se publica sus afanes y trabajos. Como representante personal del presidente Lázaro Cárdenas asistió al presidente Manuel Azaña y a su familia en los más duros momentos y, con algunos miembros de la Misión mexicana, permaneció a su lado hasta el momento mismo de su muerte. Lo que ocurrió después retrata al político de honda convicción moral y consciente de su papel; no pudo evitar -sin embargo- acceder a la petición del gobierno francés de no colocar sobre el féretro la bandera de la República española, pero señaló: "Lo cubrirá con orgullo la bandera de México; para nosotros será un privilegio, para los republicanos una esperanza y para ustedes una dolorosa lección". A su muerte, en 1973, Luis I. Rodríguez fue enterrado en México cubierto con la bandera de la República española.