Si bien América Latina comparte niveles de desarrollo con otras regiones del globo, se separa de estas ya que presenta un tipo particular de desarrollo, matriz que la diferencia de otros países y regiones. Esta macro constelación está constituida por tres grandes dimensiones socio-estructurales: los niveles de desigualdad, la coexistencia de transiciones demográficas en materia de dependencia infantil y de tercera edad, y la profundidad de la urbanización. Estas dimensiones representan variables clave para entender el espacio y los vectores esenciales del desarrollo humano desde una perspectiva sociológica, y para identificar más cabalmente las debilidades, posibilidades y tipos de transformación que serían necesarios en los Estados sociales para apoyar, promover y dar sustancia a las metas del milenio.

Hoy, América Latina carece de una estrategia para disminuir la desigualdad, flagelo central de las metas del milenio; de una política de población que contribuya a un mejor aprovechamiento de la ventana de oportunidades demográfica que está siendo dramáticamente desperdiciada; y de un modelo de políticas sociales e inversión social viable para tales desafíos.

Para avanzar hacia un nuevo modelo de protección social es indispensable ir más allá del seguimiento de las metas. Deben entenderse los vectores socio-estructurales que definen el espacio en el cual desarrollar los esfuerzos concretos de nuestras sociedades. Las políticas y acciones sociales no operan en el vacío, ellas se combinan con fuerzas estructurales de largo aliento y de difícil transformación, que potenciarán, moderarán o anularán nuestras buenas intenciones, recursos y voluntad política. Las metas del milenio pueden ser para América Latina un punto de inflexión en su camino de desarrollo. Pero sólo lo serán si se entiende que aquello que debe cambiarse son las dinámicas que producen los valores del indicador, y que no basta simplemente trabajar en forma ritualista para que el indicador se ajuste a la meta.