Cuando en 1996 Buenos Aires logra su autonomía política, la fisonomía de la ciudad ya no era la de las primeras décadas del siglo, aquellas que la distinguía de otras ciudades latinoamericanas no sólo por su estética sino por las oportunidades que ofrecía a todos sus habitantes. Es que Buenos Aires no pudo escapar de los cambios socioeconómicos que enfrenta la Argentina desde mediados de los ´70, cuyos indicadores más dramáticos son el crecimiento de la tasa de desempleo y del nivel de pobreza, proceso que impactó no sólo en sus habitantes sino que incluso profundizó una marca espacial: el sur y el norte de la ciudad muestran dos realidades cada vez más diferentes. Pero las diferencias sociales no sólo la dividen en dos, sino que se extiendan a lo largo y a lo ancho. Mientras sus habitantes más pobres deben vivir en hoteles y pensiones o adoptar la estrategia de tomar casas abandonadas, los más pudientes eligen vivir de barrios custodiados. Una ciudad en la que avanza la violencia y en la que sus habitantes, cada vez más, buscan seguridad a través de rejas o guardias privados.
En este escenario, Buenos Aires adquiere autornomía política. Por primera vez desde su creación puede elegir su propio gobierno con independencia del gobierno nacional. Haber logrado la autonomía, ¿coloca a la ciudad en mejores condiciones como para enfrentar los nuevos problemas sociales? Para legitimar las políticas puestas en marcha, ¿es suficiente la autonomía o es necesario establecer algunos otros cambios, como fortalecer sus capacidades institucionales, mejorar el diseño de los programas, contar con el presupuesto adecuado o articular con otros actores?

La problemática aquí planteada escapa a los límites de un gobierno local. Son problemas que enfrenta la Argentina a la hora de pensar las políticas sociales y que abarcan un amplio abanico de temas: desde los recursos institucionales existentes en los organismos que diseñan y gestionan políticas y su capacidad de innovación y de hacer alianzas con actores de la sociedad civil, hasta la posibilidad de armar nuevos diseños institucionales que se adecuen a la situación actual.

El trabajo de campo aquí presentado se realizó en 1999 y se focalizó en la Secretaría de Promoción Social del Gobierno de la Ciudad por tener ésta a su cargo el diseño y la puesta en marcha de los programas destinados a los sectores más carenciados de la población porteña.